lunes, 18 de julio de 2011

De amore


La vida está llena de decepciones, pero la que con mayor crudeza desgaja el espíritu y lo marca indeleblemente es la decepción amorosa.  Nos decía el Capellán Andrés hacia el siglo XII  que el amor supone siempre un sufrimiento innato, aún cuando es reciprocado y “feliz”.






Parecería que en última instancia enamorarse se reduce a idealizar demasiado a una persona. Aparentemente lo supo bien Platón, quien entendía perfectamente que la idea supera cualquier hecho material. Pero antes que Platón, los mitógrafos griegos, quienes crearon a sus dioses a imagen y semejanza de lo que sucedía en la cotidianeidad, sabiamente  apuntaron a algunas realidades del amor que aún somos tan cándidos que no vemos.  Por eso Zeus, su dios principal, fue infiel a su esposa Hera, la diosa del matrimonio, que vivía amargada y celosa, y era la más terrible de todas las diosas (y, créanme, eso es mucho decir).  No intento aquí, sin embargo, puntear la obvia referencia a la alegada promiscuidad natural del género masculino, ni la idea terrible, aunque en muchos casos cierta, de que las mujeres cuando se casan se convierten en sujetos atormentados, fastidiosos e insoportables para sus cónyuges.  Eso sería una tautología simplista. Pretendo, más bien, explorar (en corto espacio, eso sí) que, según lo expresó ya el grupo musical español, Mecano, en su canción “Una rosa es una rosa”, muchas veces “amar es el empiece de la palabra amargura”. 

Durante cientos de años el ser humano sintió la necesidad de escribir tratados complejos sobre el amor. Sin embargo, esa práctica ha sido reemplazada modernamente por la patética necesidad de escribir libros de auto ayuda.  El individuo posmoderno tiene que escuchar de alguien que su vida tiene valor.  Esto es terrible en sí.  No obstante, ya no tenemos a nadie que nos ayude a comprender mejor qué es el amor o cómo puede afectar nuestra vida. De las múltiples personas que conozco casadas, muy pocas hay que no se quejen de sus parejas.  ¿A qué responde esto? 
Suelo pensar que el amor para toda la vida es un concepto que se inventó cuando las personas morían muy jóvenes.  Pero, dada la longevidad que se experimenta hoy día, ¿será esto natural?  Lo cierto es que de no casarnos con el primer amor que experimentamos, seguimos cayendo de decepción en decepción ad infinitum.  Y claro, de hacerlo, la decepción puede ser constante, pues de cada día feliz hay otros tantos de inconformidad, molestia, infelicidad, insatisfacción…Una pareja no es sino el choque constante de dos voluntades, y, por desgracia, siempre uno de los dos —idealmente no siempre el mismo— tiene que ceder a los deseos o aspiraciones del otro.  Si sólo uno de los dos lo hace, éste, ulteriormente, se va desgastando, pues comienza a convertirse en alguien distinto, en algo que no es, en los deseos del otro. El amor debería suponer (como tantos tratadistas lo expresaron cuando aún había alguien que se interesaba por enseñarnos acerca del tema) una rendición del ego, por lo que la palabra egoísmo debería obliterarse completamente de la ecuación.  Pero nuestras voluntades generalmente son más fuertes que el amor.  Cuando se ama, si el amante da todo por el amado y viceversa ninguno de los dos sentirá vacío.  Pero esto raras veces se practica.  ¿Para qué entonces caemos en la trampa si al final nos habrá de destruir? 
Con el tiempo he aprendido que depender del amor para darle sentido a nuestras vidas requiere depender de otra persona, con toda la carga que ello supone. Asimismo, voy calibrando mejor que la vida puede ser solo y completamente llena cuando la llena uno mismo. Es entonces, y solo entonces, que podremos entregarnos completamente al amor desde la libertad de no temer perderlo, ya que el miedo a perder al sujeto amado hace que muchas veces nos sometamos a situaciones que serían inadmisibles en cualquier otra circunstancia. De ser así, de nuevo entonces se va desgastando el ánimo para amoldarse a la voluntad de otro.



Quizá cometí el error craso de leer los grandes poemas de amor, las grandes historias y las grandes óperas como si se tratara de la realidad. Lo cierto es que, bueno, ya veremos…

6 comentarios:

Tomás Rosado dijo...

# 1: Te felicito de nuevo por este blog. Todos nos beneficiamos de tus observaciones y de cómo las articulas. Creo que lo voy a empezar a ver como un curso en línea. :-)

#2: No soy experto en Budismo, pero creí escuchar alguna vez que para los budistas la mayor causa de sufrimiento en la vida es la separación amorosa (y utilizo "separación" adrede, puesto que pienso en el Uno).

#3: Me encanta la observación de que la idea del matrimonio por toda la vida fuera algo "necesario" alguna vez, pero ya no, por las razones que has expuesto.

#4: No sé si has visto "Vertigo" de Alfred Hitchcock. Te la recomiendo porque toca temas muy profundos, aunque no son muy evidentes de primera sentada (algunos de los cuales tocas en esta entrada). Yo hasta le encuentro cosas de La Celestina, y creo que tú también las vas a notar una vez la veas.

Ivette Martí Caloca dijo...

Gracias, mi querido Tomás, por tus comentarios. Me halagas muchísimo con tus palabras. Si supieras que desafortunadamente no he visto nunca "Vertigo" porque siempre que he que la están dando ha comenzado y ese tipo de películas me gusta verlo desde el comienzo. Buscaré sin falta la manera de verla pronto. Lo comentaremos entonces =)

Jorge Luis Rodriguez Ruiz: dijo...

El hecho de que “amar” sea transitivo me parece sospechoso: ¿amar qué? ¿amar el amor; es decir: amar amar? ¿Por qué no se puede afirmar “yo amo” sin que falte predicación a la frase…?

Sin embargo, estoy de acuerdo con eso de que hemos pasado “de tratados de amor a libros de auto-ayuda” porque me parece que el huérfano de amor es un huérfano de sí…

En todo caso, la pregunta es: ¿se enamoraría Medusa de alguna de sus víctimas…?

(¡Gracias por el espacio!)

Ivette Martí Caloca dijo...

Pues querido Jorge, pienso que es posible, pero en la mirada transformante se convertiría tan de piedra (que no siente, como ya lo dijo Darío) como aquél a quien petrificó su mirada.

Hilda dijo...

La felicito definitivamente usted es una diosa de la palabra. Como puede describir cada cosa con la palabra perfecta. Me encanta escucharla su conocimiento,su sabiduria wao me envuelve con solo hablar. Felicidades es la mejor no lo dude nunca

Ivette Martí Caloca dijo...

Muchísimas gracias por tus palabras, Hilda. Me halaga mucho tu comentario.